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14 abril 2012

Viaje a Itaquí


De un lado a otro...

Un viaje es siempre una aventura. Se puede dar de distintas formas, por distintos medios, ya sea por tierra, agua o aire, y cada uno tiene sus particularidades. El paisaje se ve de otra forma, no solo porque el camino sea distinto sino porque el espectador tiene otras formas de percibirlo. Las sutilezas del mareo, el movimiento, el “traqueteo” no se comparan entre el andar cansino de un bote que va plancheando el agua, el crepitar de las ruedas sobre el pedregullo en un duro carro o el zumbido de las alas cortando nubes en un aeroplano, aunque todos ellos se usen para atravesar una misma distancia.

Según las características de las regiones, la cultura, las posibilidades, la época, algunas formas de viajar pueden ser más comunes que otras. En un pueblo de frontera, por ejemplo, un río que para un geólogo puede significar solo un accidente geográfico, para un sociólogo una barrera cultural, para la gente común, que va y viene, el río no es obstáculo sino nexo. El río brinda calma entre el barullo de los motores y el palabrerío cruzado, cruzado de idiomas. El río es espejo borroso que invita a la reflexión a la vez que peligro latente que obliga a la prudencia.

Entre Alvear e Itaquí, en el interior de Corrientes y de Rio Grande do Sul respectivamente, cruzar de un lado a otro, a pesar de haberse vuelto menos cotidiano que antes, sigue siendo una de esas tantas aventuras diarias que caracterizan la vida de un pueblo. Ya sea en lancha o en balsa, argentinas o brasileñas, el paseo siempre es diferente, porque nunca un día es igual a otro, el paisaje varía, el río cambia sus humores al igual que los lancheros, y la gente, la gente siempre tiene nuevas historias, quejas, halagos y experiencias por contar y por vivir.


Del lado argentino, muellecito enclenque; subir con cautela.
 Seu Moacir, el propietario de la lancha, revisa los boletos.

 

El salto con la soga en mano, para luego amarrar la embarcación. El puentecito tiene barandas imaginarias.
 Un pasero carga con dos docenas de cervezas traídas desde Argentina. Ambos, edificio (aduana) y hombre, se ignoran mutuamente y todo sigue su curso.
Lo más común de aquí puede ser lo más exótico de allá, y viceversa: un puesto callejero vende productos argentinos en Brasil. 




 Quetul... ¿Y de nuestro lado? Yuyal.. :)



© 2012 DIEGO PETRUSZYNSKI

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