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13 junio 2009

Mi Teoría de la Relatividad Social

¿Se acuerdan, aquellos que leyeron mis otras publicaciones, lo de mi trabajo práctico de los Derechos Humanos? Ahí yo había escrito que, al igual que casi todos los aspectos sociales de la vida, por así decirlo, son relativos, y que el dueño de la verdad es el que controla la mayoría, cuando esa mayoría cambia, la verdad cambia.

Otra cosa que también creo haber escrito por allá era que no hay peor cosa que el fanatismo, ya que seguir ciegamente algo o alguien nos quita la libertad de elejir. En el escrito sobre la sociedad "Hacia donde va...", también dije que ella se alimentaba de sus recuerdos más fétidos, en un círculo vicioso, porque justamente lo macabro está de moda.

Quizás algunos televidentes seguidores del Chavo del 8 (miren por donde ronda mi filosofía) recordarán aquel diálogo entre el Profesor Jirafales y Don Ramón, donde el primero le decía que "sólo los idiotas no dudan lo que dicen", entonces Don Ramón le pregunta "¿está seguro?, a lo que el profesor le responde "completamente!".

Cambiar de opinión no es traicionar, sí lo es defenestrar a los que piensan como uno pensaba antes, al menos esa es mi consideración. Convicción y lealtad tampoco son lo mismo. Un ejemplo quizás controvertido, muy controvertido, es el de nuestro Vicepresidente. Cuando él vio que amigandoce con el partido de turno, contaría con mejores posibilidades para su provincia, lo hizo. ¿A quién traicionó? ¿a 1.000 Radicales o a 2.000.000 de mendocinos?. Luego accedió a participar en la fórmula con mayores posibilidades de triunfar, para después romper lazos con ellos tras su voto no positivo. En ese voto, ¿a quien traicionó? ¿al partido gobernante o al pueblo argentino?. ¿Alguien duda que si no hubiera hecho eso, lo que vino después hubiera sido una guerra civil?. Yo al menos no, a pesar de lo que dije de que nada es seguro.

Ahora el señor, vuelto al radicalismo, se reúne con un miembro de la oposición (oposición a todo), y sin embargo se lo vuelve a tildar de traidor ¿a quién esta vez? si, al igual que le dije a Cristina en mi carta abierta, el cargo que él ocupa es de todo el pueblo argentino, no del partido, y este "opositor" no solo es parte del pueblo, sino que representa a parte del mismo.

Entonces, algunos no saben para qué lado tirar, porque por un lado están los "ultraleales a sus convicciones" (fanáticos) y por otro lado los que usan su sentido común y le son leales a la gente. Podrán tildarlo de ambicioso, y tendán toda la razón, ya que sin ganas no se llega a donde este hombre llegó. Pero para eso también se necesita capacidad y mucha humildad para darse cuenta hasta donde llegan las cosas. Si hubiera seguido leal al radicalismo, nunca hubiera sido vicepresidente, es más, quizás no hubiera terminado su mandato de gobernador, pero si le hubiera seguido siendo leal a Kirchner, hoy quizás nadie del actual gobierno estaría ocupando su cargo, o quizás estaríamos importando carne hoy, y no dentro de un año como se comenta, o quien sabe que otra cosa podría haber pasado.

Un diputado nacional de Corrientes por la UCR que estuvo recorriendo las calles de mi pueblo hace poco, y con el cual tuve el gusto de "debatir", me dijo que lo que Cobos hizo no era nada más que lo que la gente quería, y que el que traiciona una vez traiciona siempre. Entonces, Cleto con su voto no positivo fue solo un títere del pueblo, pero si hubiera votado no negativamente, hubiera sido un títere del poder. ¿Yo le pregunto, usted lector, es parte del pueblo o es parte del poder?. Ya lo dijo don Hipólito, "cuando un radical se siente más radical de argentino, es porque ha dejado de ser radical", y con esta frase me quiero referir a cualquiera de los partidos políticos de la argentina, especialmente a quienes ejercen hoy el poder.

Este concepto de no estar completamente seguro de lo que uno hace, pregona, milita, etc., es lo absolutamente correcto, es lo que muchas veces se llama "humildad", o "reconocimiento de sus errores". Es algo que lo entendieron muchos buenos gobernantes argentinos, como Frondizi, que se llevó una parte de su partido para pactar con Perón y así quitar la proscripción al justicialismo; Alfonsín, que también trató de trabajar conjuntamente con las otras fuerzas, a pesar de chocar contra las disciplinadas convicciones peronistas; y hasta Menem que con sus indultos trajo, aunque amarga e injustamente, paz social al país. Inclusive el propio Perón lo entendió recién en su último mandato cuando reunió a todas las fuerzas activas de la república, inclusive el campo, para diseñar un modelo de país que no excluya ni perjudique a nadie, aunque ya era demasiado tarde para él, y por lo tanto para todo el pueblo.

Como ahora quienes ejercen el poder, ganado con lo que fue la mayoría, pregona ideas no solo distintas, sino rotundamente contrarias a las que se efectuaron antes, se tornaron dueños de la verdad, una verdad distinta a la de antes. Lo que quiero decir es que la sociedad, especialmente la argentina, lamentablemente se maneja con el concepto de que las minorías deben doblegarse incondicionalmente a las mayorías, pues de otra forma están atentando contra toda la población.

Los militares tomaron el poder diciendo que todo lo hecho anteriormente era inútil, por lo que deshecharon todos los proyectos anteriores e inicaron nuevos. Alfonsín hizo lo mismo cuando asumió, con la diferencia que lo que los militares habían dejado muy manchados de sangre sus logros. Menem asumió con la misma premisa, cambió todo lo hecho por Alfonsín, y luego Kirchner volvió a cambiar las reglas del juego. Sin embargo, lo que todos hicieron fue adaptar al país a las condiciones más favorables en esos tiempos, pero se quedaron con esa receta única, sin ánimos de actualizarla año a año. Eso es lo que yo llamo ser dueño de la verdad. La gente cambia, las ideas cambian, las mayorías cambian, es por eso que las verdades también cambian.

El Kirchner que asumió en el 2003 era para mi el genio total de la política, un tipo que tenía siempre una respuesta ingeniosa a todo y que realmente estaba haciendo cosas espectaculares. Quizás en algunos momentos mostraba sus tintes autoritarios o un poco soberbios (los que ahora lo han teñido casi por completo), pero era tan bueno lo otro que hacía, que yo le buscaba la vuelta para justificarlo. Les comento que en esos tiempos tenía 13 años. Sin embargo desde la asunción de Cristi algo comenzó a cambiar, ya eran demasiado pesados los discursos como para buscarle justificativos, hasta que el colmo llegó con el conflicto agrario. Ahí fue cuando me di cuenta que esta gente seguía utilizando la misma receta que había funcionado en el 2003, cuando ahora los sítomas de la enfermedad eran otros. ¿Por qué lo seguían haciendo? Porque por pereza o soberbia no se estaban dando cuenta que la verdad había cambiado, quizás no completamente, pero sí lo suficiente como para empezar a tornarse contraproducente su discurso.

Entonces, cuando hablamos de fuerzas que no son las que gobiernan, no debemos hablar de oposición, debemos hablar de alternativas. Cuando hablamos de un gobierno que impulsa sus ideas más allá de las críticas tampoco debemos hablar solo de autoritarismo, también tenemos que hablar de la alternativa elejida, porque seguramente en su forma de ser, entienden que es lo que al país le conviene. Sin embargo, todas estas alternativas deben comprender que no son los mesías del apocalipsis, que no son los duaños de la receta infalible e inmortal. Que por más que gane el socialismo, seguirán habiendo liberales y viceversa, porque el mundo es libre, porque el ser humano es un ser racional.

Estas alternativas, coaliciones o partidos, deben entender que una vez que triunfen, tendrán en sus manos la responsabilidad y no el comando de una nación. No somos todos enemigos, somos todos personas. Nadie es menos o más que alguien por pensar en forma distinta, y nadie es traidor o desleal por evolucionar o conjugar sus ideas con otras. Ya no sirve más el modelo por el cual los miembros de un partido compartían exactamente los mismos ideales, porque en esos tiempos existía el respeto entre las hombres, hoy el distinto es el equívoco. Sin embargo es lamentable ver como personas con pensamientos totalmente distintos entre sí, se unen bajo un mismo símbolo, slogan o marchita para nada más que vencer al otro, sin pensar en cómo trabajarán después.

El mismo Cobos dijo cuando lo llamaron para formar parte de la lista ganadora, que Kirchner podía ganar tranquilamente si su ayuda, pero dada la oportunidad tendría que participar. Y tenía razón, gracias a Dios tenía razón. Como verán, así como en un tiempo estuve enamorado de Kircher (al igual que Luis Juez, por ejemplo) y su facción justicialista, la cual ahora me repugna, hoy en día me encanta Cobos y el radicalismo que lo acompaña (el histórico y con sentido común, no el fanático). Espero a la larga no caer en otro ultraleal a su verdad, aunque según como van las cosas parece que no, ya que veo en esta persona un hombre que sabe hasta donde llegar y cuando cambiar para el bien de todos. Como bien el lo dijo, la historia lo juzgará, como a cualquiera de nosotros, ciudadanos comunes, lo hace.

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Ahora, como postre, les dejo este link si tienen un tiempito más para leer, es realmente interesante y algo que comparto totalmente con Osvaldo Bazán (autor de este artículo), lo que comenta aquí acerca de los medios de comunicación y esto de los que creen una sola verdad.

© 2009 DIEGO PETRUSZYNSKI

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