Procrastinaron.
La desconocida se sentó junto al
desconocido en el colectivo. Aunque cada uno en su mundo, se
radiografiaron sin mirarse ni tocarse, con solo oírse las
respiraciones. La ansiedad comenzó a inundar el aire mientras el
colectivo marchaba apurado, y el tiempo desenfrenado. Nadie se
animaba a dar el primer paso. "¿Será ella?" se preguntaba
él mirando desentendido por la ventanilla. "¿Y si le
pregunto?" se indagaba ella sumida en la música de sus
auriculares. Se bajaron en la misma parada y compartieron una cuadra
el mismo camino hasta la bifurcación. “Capaz era ella”, susurró
él, un tanto desganado aunque sin detenerse. “Mirá si era”,
pensó ella, agachando la cabeza y apretando el paso. Ambos intuyeron
lo mismo, que quizás nunca más se volverían a ver. Y aún a
sabiendas de que la duda les carcomería la cabeza algún tiempo, se
resignaron a seguir buscando, esperando, al amor de sus vidas un
tiempo más. No es tan grande el mundo ni tan corta la vida como para
no volver a cruzarse un día de estos, se esperanzaron, pero la
reacción puede que vuelva a ser la misma: haragana y postergativa.
“Ojalá no haya sido”, imploró cada uno por su lado; hasta
cuándo si no, si sí. Ojalá.
© 2013 DIEGO PETRUSZYNSKI