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08 febrero 2012

"Oh tempo ruim que não deixa pagar as contas" reza un dicho de la zona. Sin embargo, con la lluviarada asomándose por la retaguardia, el Banco del pueblo atiende sereno y puntual a su clientela.





© 2012 DIEGO PETRUSZYNSKI
Alvear nació y creció gracias al comercio. El llamado "Paso de Itaquí" era una posta bajo la sombra de un frondoso y noble ombú, que servía de refresco y guarida a los comerciantes que llevaban y traían mercaderías hacia y desde la colonia portuguesa primero, el Imperio Brasileño después, y la República Federativa del Brasil luego y hasta la actualidad.


El puerto de Alvear jugó y juega un papel clave en todo esto. Quizás la importancia dada al puerto varió a lo largo de los años, con recategorizaciones, burocracia, "control", y los tiempos esos en que se cruzaba en lancha a Itaquí para ir al cine o a algún baile a medianoche, o en que los brasileños se surtían en los grandes almacenes de ramos generales -Casa Martí, La Favorita, Casa Maneco- son cosas del pasado, el espíritu de frontera sigue vivo en cada aspecto de la vida cotidiana de la ciudad. Desde una FM brasileña sonando en alguna oficina pública argentina, hasta palabras únicas entendibles sólo en la complicidad de los compoblanos, producto del ensamble del portugués, el español, el guaraní y quien sabe qué otras tantas fuentes. Y el puerto sigue siendo la principal cara de este mosaico cultural.


Aunque en una escala diferente a la de antaño, el movimiento comercial del puerto de Alvear es digno de destacar, amén de ser el principal puerto exportador de arroz de la provincia. Y a pesar de cierta falta de cuidado en el paisaje, que poca atención recibe en materia de embellecimiento ya que hay detalles que son fácilmente solucionables con un par de palas, el encanto de ese rincón del pueblo a la vera del río no desaparece. Entre el bramido de las lanchas de pasajeros y de la balsa, los camiones que rugen esperando su turno para cruzar, el palabrerío en el aire enturbiado por el viento, mezcla de portuñol con correntino y gaúcho, y el bravo Uruguay, colorado y presuroso que se debate entre obstáculo y nexo de los pueblos, el día transcurre, rutinario, pero nunca menos que excitante.


Aquí un pequeño documento de un viaje en la balsa "Revancha", de capital argentino, en un cruce ida y vuelta a pleno sol de una tarde de verano.







© 2012 DIEGO PETRUSZYNSKI

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