Bienvenidos a mi pueblo...

Contador de visitas


Estadisticas web

30 junio 2013

¡Arreje no le doy!





El oico, el gallito, la cafúa. "Última a la de veras", o "a la mentira", para los pichados. El que está en el ruido sabe...
La preferida, fuera del tipo que fuera, tenía nombre: "el punto". Tu punto, mi punto. Las paraguayitas eran las de uso diario, ya las lecheras eran más mezquinadas. Los boyones y los aceritos, especiales para para "trincarle" el punto al otro -maldad pura-. Después los puntones, (término medio entre bolita y boyón) y las vale 2 (más chiquitas, valían 2 por 1 en el canje normal).
Arrodillada la gurisada, con el guardapolvo arremangado; las rodillas se podían ensuciar, el guardapolvo no. El proyectil sobre la uña del dedo gordo, gatillado por el anular o el índice en forma de gancho -la técnica básica y menos avanzada-, la mano a la altura de los ojos -o los ojos a la altura de la mano, lo mismo da- un ojo cerrado y el otro en la mira: "¡tingale, tingale!" te arengaba tu compañero, o el enemigo de tu contrincante. Y yo le tingaba che, a veces... Otras le pasaba de refilón. Pero la mayoría de las veces le pifiaba lejos. Y ahí empezaba la cacería.
"¡Arreje no le doy, arreje!". Si te cantaban "Arreje..." y no te avivaste a tiempo de pedir cambio de lado, había que arriesgar o arriesgar, esté donde esté tu punto. O sino "no le arrejo", y entonces valía tirar el punto medio lejos para salvarse de una situación incómoda, o extender la agonía. Lo que se diga de entrada, "arreje" o "no le arrejo" , si se cantaba primero, no se podía retrucar.
Nunca fui bueno en ningún deporte, este no fue la excepción; pero era asiduo espectador -y entorpecedor, cómo no- de las partidas en la primaria. A veces hasta se extendían por más de un recreo, en los patios de arriba de la 123, entre las canaletas de las baldosas. ¡Y guarda que no se fueran por alguna rejilla del desagüe!
El tesoro de más de uno habrá sido una lata de bolitas. Cuántos enterraron su tesoro en el patio o en algún baldío del barrio y después se olvidaron adónde. Cuántos se gastaron sus bolitas con la onda, en desmedro de algún pajarito inocente. Las bolitas eran también moneda de curso legal, medio de canje.
Las bolitas son de esas cosas baratas, muy baratas, pero valiosas. Porque cuando uno es chico, hay cosas que tienen mucho valor. Cosas simples pero importantes, que a nuestros ojos, son tesoros.


---

Y como diría el benemérito Cococho: "¡Mató punto!"

© 2013 DIEGO PETRUSZYNSKI

Seguidores