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27 junio 2012

Hay cada uno


Hay cada uno

No tiene nada raro este puesto. Muchos creen que trabajar en la parte de Seguridad es sinónimo de acción, pero la verdad que en el supermercado nunca pasó nada que valga la pena salir en la tele o algo por el estilo. En general es todo tranquilo. La mayor acción es tener que tratar con la gente, escuchar que te reten, que te reclamen, y esas cosas. Es más, los reclamos tienen más que ver con problemas del supermercado que con la delincuencia. La verdad es que no atrapo ladrones.
Lo de los casilleros guarda bolsos es lo más recurrente. Reclaman que no hay llaves, y eso es un problema del supermercado. ¿Vieron ese mueble de chapa que está a un costado de la entrada de los supermercados? Es como un armario con muchas puertitas donde uno guarda su bolso, su mochila, campera, lo que sea, mientras hace las compras. Cada casillero tiene una llave y entonces uno va, guarda sus cosas, en algunos hay que poner una moneda en la cerradura, cierra y se lleva la llave de paseo por el súper. Cuando pasa por la caja, va con la llave, saca sus cosas y se va. ¡Pero hay que dejar la llave puesta! Resulta que algunos malditos, o medio lelos, se llevan la llave pensando que es la de su casa o quién sabe qué, y así van desapareciendo y cada tanto hay que reponer las llaves o cambiar las cerraduras. O sino también pasa que algunos dejan sus cosas y después se van sin sacarlas. A las horas vuelven y buscan lo que dejaron, o sino otras veces pasan días, semanas, o nunca más vienen a buscar. Entonces hay que abrir el armario con una copia de la llave, o abrirlo por atrás si no hay copia y de paso se cambia la cerradura, y lo que había adentro pasa a cosas perdidas. Cada cosa linda hay ahí...
Bueno, el asunto es que con esto de los casilleros se armó todo un tema el otro día. Resulta que como muchos casilleros ya no tienen llave, pero están abiertos, la gente viene y se queja conmigo de que “no puede ser”, “qué barbaridad”, “usted se va a hacer responsable si pasa algo” y esas cosas que la gente dice. ¡Pero yo no tengo nada que ver! Yo estoy por si entra algún kamikaze o algún terrorista con una bomba, para eso estoy yo. Bueno, para eso al menos tomé el trabajo, pensé que iba a ser distinto en realidad. Pero son esas fantasías que uno tiene cuando no puede ser policía pero quiere ser superhéroe. La fantasía de que un día va a entrar un supervillano rompiendo las puertas de blíndex, con dos superametralladoras en los brazos y unas bolsas de tela con el signo peso en color verde, gritando “todos al suelo” o algo por el estilo. Y uno como buen servidor del orden, lo mira con los ojos entrecerrados como midiendo todo el ambiente, estirando las cejas hacia adelante como haciendo un techito para los ojos, y en un descuido que el chorro cruza por al lado, uno le hace un movimiento de karate o un kame-hame-há o le lanza una mirada láser, o le hace un tranque nomás, un tranque, y lo vence. Vencés al villano.
Wee, las veces que soñé con eso. Pero soñé despierto, ahí en la monotonía del supermercado, supermercado de porquería que nunca pasa nada, sólo jubilados que entran y estudiantes opas y criaturas que berran, nunca nada interesante, nunca nada como la gente.
Retomando, la otra vuelta, el otro día, bah, pasa que entra una chica con una mochila. No era la gran mochila tampoco, era de esas mochilitas que uno llevaba a la primaria, simplecitas, de un solo cierre. De esas que te da una empresa cuando hacés algún viaje o cosas así. La cuestión es que era una mochila carachenta de porquería. La chica esta entra al supermercado, yo estaba en la puerta como siempre, la saludé con una caidíta de cabeza y no me dio ni pelota, como siempre, y se va para el lado de los casilleros. Me acuerdo que puso la mochila en uno de los casilleros de arriba a la derecha. Mucho no le miré la mochila, porque era cualquier cosa esa  mochila, y además la estaba mirando a ella. Sé que puso la mochila en uno de los casilleros de arriba porque tuvo que levantar los brazos para hacerlo. Uhh, y cuando levantó los brazos... Digamos que tenía un perfil posterior muy interesante. No digo lindo, porque lo de lindo cada uno entiende como quiere y por ahí lo que yo digo que es lindo a otro no le parece, etcétera. Pero bueno, para no entrar en esa discusión, digamos que esta cola –¿se puede decir cola, no? Y sí, si todos sabemos que hablo de la cola, para que dar tanta vuelta... aunque cuando se daba vuelta era cuando resultaba interesante la cosa... Bueh-, esta cola era interesante, de esas que cuando uno las ve pasar las mira, después que las mira uno puede decir que era linda, que era fea, caída, floja, chiquita, lo que fuera, pero para eso uno ya la miró, y eso es lo que cuenta. Por eso digo que era interesante, porque daba para mirar.
Le miré la cola. Lisa y llanamente. Linda cola, por cierto, pero quedémonos en interesante mejor. La tipa tenía un saquito negro de hilo o algo así, y un pantalón tipo de vestir marroncito oscuro. Y cuando caminaba el saquito se le ondulaba a la altura de donde termina la camiseta, era como que se recostaba sobre la forma, seguía la forma, la curva. Como las riñoneras del tapizado de una butaca, pero esas donde no se nota la costura sino que siguen la forma nomás, la forma de la gomaespuma. Bueno, este saquito seguía la forma de lo que dejaba el pantalón, y el pantalón por supuesto seguía la forma de lo que estaba abajo. O sea que era toda una transferencia de formas que al final formaban la imagen que llegaba a mis ojos. Lo que había más allá, era para la imaginación.
El tema es que cuando la tipa levantó los brazos para meter la mochila en el casillero, arriba a la derecha, entre el 4 y el 6 habrá sido, el saquito se levantó. Todo se levantó. Sumamente interesante.
Listo, todo bien. Resulta que ella guardó ahí la mochila pero el casillero por supuesto no tenía llave, entonces cerró nomás la puerta, que en realidad no se cierra porque la traba de la cerradura está en posición de llaveado entonces golpea contra el marco de la puerta y la puerta queda abierta. Arrimada pero abierta. Y la tipa no se hizo drama, arrimó la puerta y entró a la parte de góndolas. Justo tenía que ser macanuda, porque si al menos hubiera sido un poco más exquisita o problemática me hubiera venido a reclamar que dónde está la llave, que le cuide las cosas, y le hubiera visto más de cerca. O le hubiera visto más de frente al menos, que me faltó. Pero no, esta no se hizo ningún drama y se fue para adentro, con el casillero abierto nomás.
Pasó un rato, yo seguía vigilando la puerta, nada raro. Habrán pasado unos veinte minutos. Mi turno terminaba en un rato, enseguida, ya se estaba haciendo de noche, yo esperaba que salga la del saquito para verla de nuevo y así me iba contento por lo menos. Pero pasa que un tipo entra, yo lo ví que entró, por la puerta, y va para el lado de los casilleros. El tipo va derecho a los casilleros de arriba a la derecha, abre uno y saca una mochila, del tipo mochila de porquería, parecida a la de la chica esta, la del saquito interesantóide. Y a mí me llamó la atención, la actitud, digo, no el tipo. Entonces me arrimo y le pregunto qué estaba haciendo. Me dice que estaba sacando su mochila porque se iba, pero yo le digo que no lo había visto por el supermercado, que recién había entrado. Y el tipo me dice que no, que él estaba en el supermercado, vino a comprar un desodorante pero como no había la marca que él usa se iba; que no había comprado nada.
Mmm, está queriendo me engañarrr –pensé-, pero cómo pruebo que la mochila era de él y no la de la chica. Aparte a mí se me hacía que él recién había entrado, que no estaba en el supermercado antes. Entonce le agarro la mochila y le digo que me parecía que me estaba engañando. Abro la mochila cuidando que él no vea lo que había adentro –la abrí sí, total yo soy la autoridad ahí adentro-, me alejé un paso hacia atrás y le pregunté: “a ver, decime, qué hay adentro”. El tipo me mira medio extrañado, yo pensé que me iba a empezar a insultar de arriba abajo, que iba a hacer un despelote, y entre el despelote la del saquito se iba a acercar a curiosear y la iba a poder ver de frente, por lo menos. Pero no, el tipo me dice “dale” y me empieza a tirar: “hay un grabador a cassette, una cámara de fotos con su estuche, un anotador, una birome y una fotocopia de un libro de Nuevo Periodismo de Tom Wolfe”. Y efectivamente, me puse a revisar y era eso: un grabador a cassette re viejo, una cámara digital de fotos con un estuche sucio y medio roto, un anotador todo ajado y una birome de esas que se aprietan un botoncito arriba para que salga la punta. Y una fotocopia... “Mmm”, le dije mientras lo miraba serio. No me quise hacer notar como sorprendido porque hubiera sido un chasco; yo, toda una autoridad y que me deje así atónito. Entonces saqué la fotocopia, un toco de fotocopias de un dedo más o menos de espesor, abrochado en una esquina y abierto medio por la mitad. Lo cierro para ver la tapa y sí, decía “Nuevo Periodismo” y el autor era Tom Wolfe. Mirá vos...
Bueno, le pifié, me ganó el tipo. Así que puse todo de nuevo en la mochila y se la dí. “Disculpe” le dije, y que se vaya nomás. Mis antenas de vinil me habían jugado una mala pasada, mi detector de ki se había tildado, qué se yo. Si hasta Peter Parker tuvo días en que no le salían las telarañas de la muñeca, bueno, siendo humano me tenía que pasar. Pensé.
Al ratito se hicieron las siete, terminó mi turno, pasé por la gerencia a buscar mi campera y me fui. Ya había llegado mi reemplazo.
Al otro día me levanto, bajo a desayunar y prendo la radio. Uno cuando prende la radio es más para que no lo aturda el silencio, es como tener a alguien que le hable pero que uno no le escucha. Bah, al menos eso me pasa a mí. Yo prendo la radio para no decir que en mi casa hablo solo. Porque a mí me pasa que suelo hablar solo, y pienso en voz alta, lo que pasa es que yo pienso mucho, y hablo mucho cuando pienso, entonces si prendo la radio por lo menos si hablo solo es como que hablo con alguien. Al menos eso que piensen los de afuera, si justo alguien pasa por la puerta de casa y me escucha hablando solo va a pensar que estoy medio loco. Y no, yo no estoy loco. Pero si me escucha hablando y escucha otra voz, que es la de la radio, puede pensar que estoy hablando con alguien. Aunque lo que yo diga no tenga nada que ver con lo que diga la radio, no es lo mismo una conversación de locos que dos locos conversando. O un loco conversando con él mismo y la radio de fondo. Pero bueno, los que chusmean las casas ajenas igual piensan cualquier cosa, son todos medio locos para andar chusmeando las casas ajenas, aparte.
Y justo ese día me levanté medio cansado así que no hablé mucho mientras me hacía el café, y se me da por escuchar lo que decía la radio. Y va que escucho que el de la radio dice que hay una ola de robos en supermercados. A la pucha, esto me toca a mí, dije. Al fin se me va a dar, algo de acción. Pero el de la radio seguió, y dijo que no eran robos del tipo “dame tu cartera” o “todos al suelo” –justo el que yo quería- sino que eran robos, digamos, escondidos. Voy a tener que empezar a palpar a ver si no se llevan jabones en los bolsillos, no es LA acción pero ya es algo, fuera de lo cotidiano. Pero no, el de la radio siguió contando que el de los robos había sido que era un mentalista. Era un tipo que se dedicaba a hacer magia, a adivinar cosas. Que justo dio la casualidad que un repositor de mercaderías lo conocía al tipo este, al mentalista, porque él era medio aficionado a la magia también y ese tipo de cosas, y lo vio durante toda esa semana recorriendo los supermercados, mientras él reponía mercaderías. Es decir, se lo cruzó al mentalista en un par de supermercados.
Cuando lo fueron a buscar al tipo, él se mandó a mudar. Aparentemente esa noche anterior se tomó un colectivo a no saben dónde y desapareció, por arte de magia. Y que en su “raid delictivo” –siempre me río cuando dicen “raid delictivo”, me hace acordar al dibujito animado de Los autos locos- el mentalista se llevó al menos unas cincuenta carteras, bolsos, mochilas -mochilas- entre otros objetos de ese tipo.
¡Chan! –pensé-, este era el tipo de ayer. Cómo me jodió, cómo me embromó de primera, más vale que sabía todo lo que había en la mochila si el tipo era mentalista. Pero qué hijo de su madre...
Pero lo que más bronca me dio no fue eso, que me haya embromado, porque de última me pasó porque estaba medio decaído en mis sentidos, le pasa a Batman, le pasa a cualquiera. Lo que más bronca me dio es que seguro que la tipa del saquito, la del interesantario, seguro cuando fue a buscar su mochila y no encontró le habrá hecho un escándalo al de seguridad que queda después que yo. ¡Y es un opa ese tipo! ¡Ese escándalo tendría que haber sido para mí! La chica gritándome, yo teniendo que agarrarla de la cintura y pedirle que se calme, que tome asiento, que todo iba a estar bien... Cómo me fui a perder eso. Mal ahí, muy mal, eso fue un foul en el área juez, el destino no me podía haber hecho eso. El destino, el karma, la suerte, cualquiera de los delanteros, no me podían haber deshabilitado así, flor de pase y en off-side. Por qué che, por qué nomás me pregunto. Qué decepción.
Pero bueno, forma parte de la profesión. Uno cuando se mete en esto de la Seguridad sabe que van a haber días buenos y días malos. No es fácil. Está bien, lo que me toca a mí todos los días en definitiva sí es fácil. Pero cuando pasa algo como esto, cuando te invitan al asado un día después, son cosas que no se superan de un día para el otro. Es una lástima, pero son cosas que hay que afrontarlas, gajes del oficio. No sé si se compara con perder a un compañero de recorrida como dicen los serenos, como recibir un balazo en la entrepierna como los policías, no sé. Somos todos del mismo gremio, pero en la parte de seguridad privada de los supermercados, que te pase algo así, de perder que la chica de tu vida te venga y te putee de arriba abajo –por que quién sabe si después de eso no se transformaba en la chica de mi vida, ¡quién sabe! El mentalista por ahí sabe, desgraciado- que te pase algo así, no es fija. No, no. 


© 2012 DIEGO PETRUSZYNSKI

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