Hay cada uno
No tiene nada raro este puesto. Muchos creen que trabajar en la parte de
Seguridad es sinónimo de acción, pero la verdad que en el supermercado nunca
pasó nada que valga la pena salir en la tele o algo por el estilo. En general
es todo tranquilo. La mayor acción es tener que tratar con la gente, escuchar
que te reten, que te reclamen, y esas cosas. Es más, los reclamos tienen más
que ver con problemas del supermercado que con la delincuencia. La verdad es
que no atrapo ladrones.
Lo de los casilleros guarda bolsos es lo más recurrente. Reclaman que no
hay llaves, y eso es un problema del supermercado. ¿Vieron ese mueble de chapa
que está a un costado de la entrada de los supermercados? Es como un armario
con muchas puertitas donde uno guarda su bolso, su mochila, campera, lo que
sea, mientras hace las compras. Cada casillero tiene una llave y entonces uno
va, guarda sus cosas, en algunos hay que poner una moneda en la cerradura,
cierra y se lleva la llave de paseo por el súper. Cuando pasa por la caja, va
con la llave, saca sus cosas y se va. ¡Pero hay que dejar la llave puesta!
Resulta que algunos malditos, o medio lelos, se llevan la llave pensando que es
la de su casa o quién sabe qué, y así van desapareciendo y cada tanto hay que
reponer las llaves o cambiar las cerraduras. O sino también pasa que algunos
dejan sus cosas y después se van sin sacarlas. A las horas vuelven y buscan lo
que dejaron, o sino otras veces pasan días, semanas, o nunca más vienen a
buscar. Entonces hay que abrir el armario con una copia de la llave, o abrirlo
por atrás si no hay copia y de paso se cambia la cerradura, y lo que había
adentro pasa a cosas perdidas. Cada cosa linda hay ahí...
Bueno, el asunto es que con esto de los casilleros se armó todo un tema
el otro día. Resulta que como muchos casilleros ya no tienen llave, pero están
abiertos, la gente viene y se queja conmigo de que “no puede ser”, “qué
barbaridad”, “usted se va a hacer responsable si pasa algo” y esas cosas que la
gente dice. ¡Pero yo no tengo nada que ver! Yo estoy por si entra algún
kamikaze o algún terrorista con una bomba, para eso estoy yo. Bueno, para eso
al menos tomé el trabajo, pensé que iba a ser distinto en realidad. Pero son
esas fantasías que uno tiene cuando no puede ser policía pero quiere ser superhéroe.
La fantasía de que un día va a entrar un supervillano rompiendo las puertas de
blíndex, con dos superametralladoras en los brazos y unas bolsas de tela con el
signo peso en color verde, gritando “todos al suelo” o algo por el estilo. Y
uno como buen servidor del orden, lo mira con los ojos entrecerrados como
midiendo todo el ambiente, estirando las cejas hacia adelante como haciendo un techito
para los ojos, y en un descuido que el chorro cruza por al lado, uno le hace un
movimiento de karate o un kame-hame-há o le lanza una mirada láser, o le hace
un tranque nomás, un tranque, y lo vence. Vencés al villano.
Wee, las veces que soñé con eso. Pero soñé despierto, ahí en la
monotonía del supermercado, supermercado de porquería que nunca pasa nada, sólo
jubilados que entran y estudiantes opas y criaturas que berran, nunca nada
interesante, nunca nada como la gente.
Retomando, la otra vuelta, el otro día, bah, pasa que entra una chica
con una mochila. No era la gran mochila tampoco, era de esas mochilitas que uno
llevaba a la primaria, simplecitas, de un solo cierre. De esas que te da una
empresa cuando hacés algún viaje o cosas así. La cuestión es que era una
mochila carachenta de porquería. La chica esta entra al supermercado, yo estaba
en la puerta como siempre, la saludé con una caidíta de cabeza y no me dio ni
pelota, como siempre, y se va para el lado de los casilleros. Me acuerdo que
puso la mochila en uno de los casilleros de arriba a la derecha. Mucho no le
miré la mochila, porque era cualquier cosa esa
mochila, y además la estaba mirando a ella. Sé que puso la mochila en
uno de los casilleros de arriba porque tuvo que levantar los brazos para
hacerlo. Uhh, y cuando levantó los brazos... Digamos que tenía un perfil
posterior muy interesante. No digo lindo, porque lo de lindo cada uno entiende
como quiere y por ahí lo que yo digo que es lindo a otro no le parece,
etcétera. Pero bueno, para no entrar en esa discusión, digamos que esta cola
–¿se puede decir cola, no? Y sí, si todos sabemos que hablo de la cola, para
que dar tanta vuelta... aunque cuando se daba vuelta era cuando resultaba
interesante la cosa... Bueh-, esta cola era interesante, de esas que cuando uno
las ve pasar las mira, después que las mira uno puede decir que era linda, que
era fea, caída, floja, chiquita, lo que fuera, pero para eso uno ya la miró, y
eso es lo que cuenta. Por eso digo que era interesante, porque daba para mirar.
Le miré la cola. Lisa y llanamente. Linda cola, por cierto, pero
quedémonos en interesante mejor. La tipa tenía un saquito negro de hilo o algo
así, y un pantalón tipo de vestir marroncito oscuro. Y cuando caminaba el
saquito se le ondulaba a la altura de donde termina la camiseta, era como que
se recostaba sobre la forma, seguía la forma, la curva. Como las riñoneras del
tapizado de una butaca, pero esas donde no se nota la costura sino que siguen
la forma nomás, la forma de la gomaespuma. Bueno, este saquito seguía la forma
de lo que dejaba el pantalón, y el pantalón por supuesto seguía la forma de lo
que estaba abajo. O sea que era toda una transferencia de formas que al final
formaban la imagen que llegaba a mis ojos. Lo que había más allá, era para la
imaginación.
El tema es que cuando la tipa levantó los brazos para meter la mochila
en el casillero, arriba a la derecha, entre el 4 y el 6 habrá sido, el saquito
se levantó. Todo se levantó. Sumamente interesante.
Listo, todo bien. Resulta que ella guardó ahí la mochila pero el
casillero por supuesto no tenía llave, entonces cerró nomás la puerta, que en
realidad no se cierra porque la traba de la cerradura está en posición de
llaveado entonces golpea contra el marco de la puerta y la puerta queda
abierta. Arrimada pero abierta. Y la tipa no se hizo drama, arrimó la puerta y
entró a la parte de góndolas. Justo tenía que ser macanuda, porque si al menos
hubiera sido un poco más exquisita o problemática me hubiera venido a reclamar
que dónde está la llave, que le cuide las cosas, y le hubiera visto más de
cerca. O le hubiera visto más de frente al menos, que me faltó. Pero no, esta
no se hizo ningún drama y se fue para adentro, con el casillero abierto nomás.
Pasó un rato, yo seguía vigilando la puerta, nada raro. Habrán pasado
unos veinte minutos. Mi turno terminaba en un rato, enseguida, ya se estaba
haciendo de noche, yo esperaba que salga la del saquito para verla de nuevo y
así me iba contento por lo menos. Pero pasa que un tipo entra, yo lo ví que
entró, por la puerta, y va para el lado de los casilleros. El tipo va derecho a
los casilleros de arriba a la derecha, abre uno y saca una mochila, del tipo
mochila de porquería, parecida a la de la chica esta, la del saquito
interesantóide. Y a mí me llamó la atención, la actitud, digo, no el tipo.
Entonces me arrimo y le pregunto qué estaba haciendo. Me dice que estaba
sacando su mochila porque se iba, pero yo le digo que no lo había visto por el
supermercado, que recién había entrado. Y el tipo me dice que no, que él estaba
en el supermercado, vino a comprar un desodorante pero como no había la marca
que él usa se iba; que no había comprado nada.
Mmm, está queriendo me engañarrr –pensé-, pero cómo pruebo que la
mochila era de él y no la de la chica. Aparte a mí se me hacía que él recién
había entrado, que no estaba en el supermercado antes. Entonce le agarro la mochila
y le digo que me parecía que me estaba engañando. Abro la mochila cuidando que
él no vea lo que había adentro –la abrí sí, total yo soy la autoridad ahí
adentro-, me alejé un paso hacia atrás y le pregunté: “a ver, decime, qué hay
adentro”. El tipo me mira medio extrañado, yo pensé que me iba a empezar a
insultar de arriba abajo, que iba a hacer un despelote, y entre el despelote la
del saquito se iba a acercar a curiosear y la iba a poder ver de frente, por lo
menos. Pero no, el tipo me dice “dale” y me empieza a tirar: “hay un grabador a
cassette, una cámara de fotos con su estuche, un anotador, una birome y una
fotocopia de un libro de Nuevo Periodismo de Tom Wolfe”. Y efectivamente, me
puse a revisar y era eso: un grabador a cassette re viejo, una cámara digital
de fotos con un estuche sucio y medio roto, un anotador todo ajado y una birome
de esas que se aprietan un botoncito arriba para que salga la punta. Y una
fotocopia... “Mmm”, le dije mientras lo miraba serio. No me quise hacer notar
como sorprendido porque hubiera sido un chasco; yo, toda una autoridad y que me
deje así atónito. Entonces saqué la fotocopia, un toco de fotocopias de un dedo
más o menos de espesor, abrochado en una esquina y abierto medio por la mitad.
Lo cierro para ver la tapa y sí, decía “Nuevo Periodismo” y el autor era Tom
Wolfe. Mirá vos...
Bueno, le pifié, me ganó el tipo. Así que puse todo de nuevo en la
mochila y se la dí. “Disculpe” le dije, y que se vaya nomás. Mis antenas de
vinil me habían jugado una mala pasada, mi detector de ki se había tildado, qué
se yo. Si hasta Peter Parker tuvo días en que no le salían las telarañas de la
muñeca, bueno, siendo humano me tenía que pasar. Pensé.
Al ratito se hicieron las siete, terminó mi turno, pasé por la gerencia
a buscar mi campera y me fui. Ya había llegado mi reemplazo.
Al otro día me levanto, bajo a desayunar y prendo la radio. Uno cuando
prende la radio es más para que no lo aturda el silencio, es como tener a
alguien que le hable pero que uno no le escucha. Bah, al menos eso me pasa a
mí. Yo prendo la radio para no decir que en mi casa hablo solo. Porque a mí me
pasa que suelo hablar solo, y pienso en voz alta, lo que pasa es que yo pienso
mucho, y hablo mucho cuando pienso, entonces si prendo la radio por lo menos si
hablo solo es como que hablo con alguien. Al menos eso que piensen los de
afuera, si justo alguien pasa por la puerta de casa y me escucha hablando solo
va a pensar que estoy medio loco. Y no, yo no estoy loco. Pero si me escucha
hablando y escucha otra voz, que es la de la radio, puede pensar que estoy
hablando con alguien. Aunque lo que yo diga no tenga nada que ver con lo que
diga la radio, no es lo mismo una conversación de locos que dos locos
conversando. O un loco conversando con él mismo y la radio de fondo. Pero
bueno, los que chusmean las casas ajenas igual piensan cualquier cosa, son
todos medio locos para andar chusmeando las casas ajenas, aparte.
Y justo ese día me levanté medio cansado así que no hablé mucho mientras
me hacía el café, y se me da por escuchar lo que decía la radio. Y va que
escucho que el de la radio dice que hay una ola de robos en supermercados. A la
pucha, esto me toca a mí, dije. Al fin se me va a dar, algo de acción. Pero el
de la radio seguió, y dijo que no eran robos del tipo “dame tu cartera” o
“todos al suelo” –justo el que yo quería- sino que eran robos, digamos,
escondidos. Voy a tener que empezar a palpar a ver si no se llevan jabones en
los bolsillos, no es LA acción pero ya es algo, fuera de lo cotidiano. Pero no,
el de la radio siguió contando que el de los robos había sido que era un
mentalista. Era un tipo que se dedicaba a hacer magia, a adivinar cosas. Que
justo dio la casualidad que un repositor de mercaderías lo conocía al tipo
este, al mentalista, porque él era medio aficionado a la magia también y ese
tipo de cosas, y lo vio durante toda esa semana recorriendo los supermercados,
mientras él reponía mercaderías. Es decir, se lo cruzó al mentalista en un par
de supermercados.
Cuando lo fueron a buscar al tipo, él se mandó a mudar. Aparentemente
esa noche anterior se tomó un colectivo a no saben dónde y desapareció, por
arte de magia. Y que en su “raid delictivo” –siempre me río cuando dicen “raid
delictivo”, me hace acordar al dibujito animado de Los autos locos- el
mentalista se llevó al menos unas cincuenta carteras, bolsos, mochilas -mochilas-
entre otros objetos de ese tipo.
¡Chan! –pensé-, este era el tipo de ayer. Cómo me jodió, cómo me embromó
de primera, más vale que sabía todo lo que había en la mochila si el tipo era
mentalista. Pero qué hijo de su madre...
Pero lo que más bronca me dio no fue eso, que me haya embromado, porque
de última me pasó porque estaba medio decaído en mis sentidos, le pasa a
Batman, le pasa a cualquiera. Lo que más bronca me dio es que seguro que la
tipa del saquito, la del interesantario, seguro cuando fue a buscar su mochila
y no encontró le habrá hecho un escándalo al de seguridad que queda después que
yo. ¡Y es un opa ese tipo! ¡Ese escándalo tendría que haber sido para mí! La chica
gritándome, yo teniendo que agarrarla de la cintura y pedirle que se calme, que
tome asiento, que todo iba a estar bien... Cómo me fui a perder eso. Mal ahí,
muy mal, eso fue un foul en el área juez, el destino no me podía haber hecho
eso. El destino, el karma, la suerte, cualquiera de los delanteros, no me
podían haber deshabilitado así, flor de pase y en off-side. Por qué che, por
qué nomás me pregunto. Qué decepción.
Pero bueno, forma parte de la profesión. Uno cuando se mete en esto de la Seguridad sabe que van a
haber días buenos y días malos. No es fácil. Está bien, lo que me toca a mí
todos los días en definitiva sí es fácil. Pero cuando pasa algo como esto,
cuando te invitan al asado un día después, son cosas que no se superan de un
día para el otro. Es una lástima, pero son cosas que hay que afrontarlas, gajes
del oficio. No sé si se compara con perder a un compañero de recorrida como
dicen los serenos, como recibir un balazo en la entrepierna como los policías,
no sé. Somos todos del mismo gremio, pero en la parte de seguridad privada de
los supermercados, que te pase algo así, de perder que la chica de tu vida te
venga y te putee de arriba abajo –por que quién sabe si después de eso no se
transformaba en la chica de mi vida, ¡quién sabe! El mentalista por ahí sabe,
desgraciado- que te pase algo así, no es fija. No, no.
© 2012 DIEGO PETRUSZYNSKI