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04 octubre 2015

Alienado

Él es don Francisco, vive en mi calle. Don Francisco tiene 64 años, y un físico de hierro. Es una persona amable, de las más amables que uno pueda conocer. Hasta ahora, nunca he visto a don Francisco con el torso cubierto, él lo prefiere así. “Me gustan el invierno y el otoño -confiesa-, el verano es agobiante”. 
Don Francisco tiene un hogar y una familia que lo cuida y lo quiere y, por supuesto, don Francisco tiene muchos amigos y conocidos en la cuadra y en todo el bajo de la calle Pellegrini, en el barrio La Rozada. 
Él saluda a todo el que pasa, ya sea a pie, en moto o en auto, y creo que todos le devuelven el saludo también porque... cómo no hacerlo. Don Francisco trabaja: se lo puede ver generalmente con una pila de diarios, revistas y folletos en los brazos -no actuales, eso sí- y los ofrece al pasar. No los vocea, don Francisco los ofrece amablemente a cada uno que pasa. “Las revistas y los folletos cobro seis pesos -comenta-, y los diarios también”. En esto no estoy seguro de creerle a don Francisco, pues aún nunca he visto cobrándole a alguien. 
Es muy agradable conversar con don Francisco, es una persona atenta y al tanto de lo que pasa, y no tiene reparos en compartir su tiempo. Don Francisco, acá entre nos, está un poco alienado. La alienación es eso que se tiene cuando uno no está en sus cabales o, mejor dicho, cuando no está en los cabales en que los otros esperan que uno esté. Es que don Francisco sonríe siempre, le sonríe a todos, saluda a todos, es amable y buena gente. Y eso, hoy en día, no es muy normal que digamos.



2014-03-10



-_-_-_-



Ser o estar

Don Francisco es un hombre de mi barrio. Don Francisco está alienado, y su ocupación es saludar amablemente a todos los que pasan y vender diarios y revistas viejas, en ese orden.
Por más que el verano sea, en sus palabras, “agobiante”, y el otoño y el invierno sus estaciones preferidas, no por alienado don Francisco hace la locura de posar bajo la lluvia un día como hoy. Compartimos eso, ambos esperamos a que escampe para salir a la vereda. Camino a lo de un amigo me lo acabo de cruzar, él con su típico y único atuendo: un short viejo.
Al pisar ya su cuadra, lo veo agacharse sobre una caja llena de diarios en el borde del cordón cuneta. El viejo short de don Francisco tiene un tajo desde la cintura hasta la entrepierna, con una nalga entera expuesta a la húmeda brisa siestera. Me acerco y lo saludo, enseguida me ofrece diarios o revistas y, como es habitual, le agradezco con un no.
- Don Francisco, fíjese, tiene roto el pantalón atrás- le advierto.
- No joven, está sano-, me responde convencido, con la palma hacia mi rostro y el índice apuntando al cielo.
Uno debe saber cuándo. O dónde, o con quién. No era ese el momento, ni el lugar, ni don Francisco la persona con quién debatir sobre qué es estar sano y qué no.
¿Será la evidencia prueba suficiente para refutar un convencimiento que, en definitiva, no daña a nadie? A don Francisco le gusta el frío. Don Francisco elige en qué creer y en qué importarse; quién pudiera. 
Alienado quién, me pregunto.
- Ahh, ok. Bueno, que ande bien.
- ¡Igualmente joven!
Y siguió rebuscando en su caja.



2015-03-28



© 2015 DIEGO PETRUSZYNSKI

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